La crema hidratante es el cosmético por excelencia. Está presente en todos los rituales del cuidado del rostro y en muchas ocasiones es el único que la gente mantiene con fidelidad y constancia a lo largo de su vida.
No es lo perfecto, pero al menos es algo.
Cuando el sérum irrumpió en el panorama y fue ganando adeptos también se fue creando cierta confusión con ellos.
Es normal, como lo es que pueda haberla con productos como la leche limpiadora, el tónico y el agua micelar.
Estas confusiones y estos no tener muy claro de qué va y para qué sirve cada uno se suelen dar entre los que tienen un cometido muy semejante y, a veces, entre los que tienen un aspecto -incluso solo una apariencia remota- muy parecido: todavía hay quienes creen que el sérum es una especie de tónico. ?
Tienes mucha información aquí: Todo sobre el sérum.
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El sérum y la crema no son lo mismo
Ni tienen la misma función específica, por mucho que ambos estén destinados al cuidado diario de la piel.
Las diferencias entre ambos empiezan en sus envases y su aspecto a primera vista, y llegan hasta sus moléculas, así que vamos con ello.
Hemos hecho una selección de los sérums que más nos gustan: puedes consultarlo en Estos son los mejores sérums faciales antiedad.
Los envases
Aunque hay excepciones, normalmente los envases de una y otro son totalmente distintos.
Las cremas suelen presentarse en tarros de cristal o de algún material plástico duro, con tapa de rosca y fácilmente accesible, o en tubos plásticos opacos.
Los envases de los sérums son, por lo general, botellas pequeñas (la media es de 30 ml), bien de cristal oscuro o de otro material duro y opaco.
La elección de estos envases no es caprichosa, sino que tiene que ver con la textura de ambos, su formulación y su conservación.
La textura
Los sérums son fluidos siempre, incluso cuando son tipo gel. No puede ser de otra manera, ya que tienen que penetrar en la piel.
Básicamente hay dos tipos de sérums: los de base acuosa y los de base oleosa. Estos últimos pueden ser algo más densos de aspecto, pero como están hechos con aceites vegetales, en cuanto entran en contacto con la piel se licúan y penetran con mucha facilidad.
Los sueros de base acuosa tienen siempre ingredientes oleosos (en menor cantidad) y, por lo tanto, también emulgentes (que permiten que agua y aceite se mezclen). Esto es así porque la piel es afín a las sustancias grasas (lipofílica) y casi impermeable al agua.
Las cremas, sin embargo, son mucho más densas y se presentan en tarros para facilitar el acceso. Solo las más fluidas pueden envasarse en tubos plásticos.
Las cremas tienen una gran proporción de ingredientes grasos y de emulgentes, lo que les da su textura untuosa y espesa.
La fórmula
Es la que explica las diferentes texturas, por supuesto.
De entrada, la concentración de activos en un sérum es muy superior a la de las cremas hidratantes: de un 70% a más de un 85% en el primer caso, frente a una media del 5% que puede llegar, como mucho, al 10% en el segundo.
Además, estos activos son mucho más potentes en el sérum.
Las cremas tienen un alto porcentaje de ingredientes base, que son aquellos que se utilizan para dar soporte a los activos; los sérums tienen la cantidad estrictamente necesaria para transportarlos.
Las moléculas de cada uno son también totalmente diferentes: las de las cremas son grandes e incapaces de traspasar la barrera cutánea; las de los sérums son tan pequeñas como para hacerlo con total facilidad y muy rápidamente, lo que explica que parezca que la piel «se los bebe» en cuanto se aplican.
La función
Por supuesto que ambos productos tienen como principal misión cuidar la piel, pero lo hacen de diferente manera y en distintas partes de esta.
El sérum está hecho con el propósito de llegar hasta las capas más profundas de la piel, porque su objetivo es interactuar con sus procesos metabólicos para mantenerlos, estimularlos, inhibirlos y/o regenerarlos.
Las hidratantes, que como hemos explicado no pueden penetrar en la piel, tienen como función crear una capa humectante, protectora y estimulante sobre la epidermis para preservar la piel de cualquier agente externo, mediar en el intercambio entre la dermis y el entorno y cuidar o regenerar la barrera cutánea.
Aquí radica la explicación de por qué los dos productos son necesarios y, además, se complementan: el sérum realiza un trabajo que podríamos llamar «de fondo», y la crema sella la piel (sin obstruirla) de forma que crea un entorno óptimo para que pueda hacerlo.
El sérum trata la piel y la crema, básicamente, la mantiene y la cuida.
Por otro lado, la crema se puede considerar un génerico para el cuidado cutáneo, que se selecciona por el tipo de piel. El śerum se elige según los problemas que cada piel tenga que afrontar, desde el exceso de grasa hasta los signos del paso del tiempo, las manchas o el acné.
Es cierto que hay cremas que tratan estos problemas, pero lo hacen en la medida de sus posibilidades, que no son muchas, ya que no tienen acceso a las zonas en las que se producen y se pueden corregir, aunque son un gran apoyo para los sérums.
Los tiempos
Los efectos del sérum pueden ser visibles y, sobre todo, notados por ti, en muy poco tiempo, gracias a su intensidad, pero esto no debe engañarte: necesitan un tiempo mínimo de varias semanas para que su trabajo oculto comience a dar sus verdaderos frutos, a cambiar realmente la piel y sus comportamientos.
Dependiendo del estado de tu piel y del tipo de problema que presente, los efectos los notarás más o menos pronto y necesitarás más o menos tiempo para cambiar o mejorar la tendencia de la piel.
La crema trabaja definitivamente a medio y largo plazo, y lo hace más superficialmente. Nunca, ni la mejor crema del mundo, logrará los cambios que un sérum consigue en los cutis.
La conservación
La potencia de los sérums los hace mucho más susceptibles al deterioro, sobre todo cuando están hechos con ingredientes de origen natural (que son los mejores y los que siempre recomendaremos), de ahí que sus envases ideales sean lo más herméticos posible. La luz, los cambios de temperatura, la humedad, el contacto con el aire y/o la piel puede estropearlos, y los de base acuosa están más expuestos, motivo por el que siempre necesitan incorporar conservantes, antioxidantes, estabilizadores, etc. (afortunadamente existen muchos de origen natural).
Las cremas tienen también el peligro de estropearse, pero son más resistentes, porque gran parte de ellas son bases grasas o emulgentes, soportan mejor los excipientes y admiten más (estos ingredientes pueden llegar a ser muy irritantes, tóxicos o alergénicos y en el sérum aparecen en cantidades ínfimas).
Cuando los ingredientes de unos y otras son de origen no natural la posibilidad de que se estropeen es significativamente menor, pero estos ingredientes no pueden competir con los naturales en efectividad y seguridad.
Los momentos
Tanto el momento de empezar a utilizar uno y otra, como saber cuándo hay que ponérselos en el ritual diario del cuidado de la piel, son diferentes para cada uno y a estas alturas es fácil entender por qué, ya que conocemos sus características principales y diferenciadoras.
El momento perfecto para empezar con la hidratante es la adolescencia. Evidentemente, las cremas para rostros jóvenes son mucho más ligeras que las destinadas a personas maduras, pero es importante empezar alrededor de los 15 años a proporcionar una ayuda y protección extra a la epidermis.
La piel está siempre expuesta a todo tipo de factores agresivos, como el clima, el sol, la contaminación, las calefacciones y aires acondicionados, los productos químicos, etc. Una hidratante suave es perfecta para empezar con el cuidado de la piel y prevenir que o minimizar problemas como la grasa (tan común en la adolescencia), la sensibilidad, la sequedad, etc.
Con respecto al sérum, y a causa de que empezaron siendo sobre todo tratamientos para pieles maduras, se tiene la idea de que la edad para empezar gira en torno a los 30 años.
Sin embargo la inmensa oferta que hay hoy en día en el mercado, con sérums para afrontar todo tipo de problemas cutáneos hace que esta afirmación haya perdido veracidad, al menos en cierto sentido.
El sérum puede ser una solución magnífica para problemas como el acné, la grasa, la piel seca, las manchas o su prevención, etc.
No estamos diciendo que haya que empezar en la adolescencia a utilizarlos, pero sí puedes adelantar su uso a partir de la veintena para afrontar problemas que no sean consecuencia de la edad.
Desde luego, el sérum debería formar parte de tu rutina de los 30 hacia adelante, porque retrasará el envejecimiento de la piel haciendo que esta siga trabajando bien durante más tiempo. Además, prevendrás cosas como las manchas solares de la edad o el adelgazamiento y fragilidad del cutis, entre otros.
La hidratante tiene que ser tu compañera durante toda la vida. Es el cuidado más básico, hasta el punto de que, si no estás por la labor de hacer nada al respecto, lo mínimo es usar una hidratante todas las mañanas. Ni siquiera las mejores y más jóvenes pieles pueden permitirse el lujo de prescindir de ella.
¿Por las mañanas? Pues sí, mejor que por la noche si hablamos de cremas, ya que están para proteger, entre otras cosas, y es durante el día cuando la piel está más expuesta.
Sin duda lo mejor es usarla también de noche, buscando para este momento una más nutritiva, incluso más grasa. Por la noche la piel descansa y se repone de la jornada, aprovechando nuestro sueño para hacer toda una serie de labores de mantenimiento y reparación.
Así que si no estás por la labor de usar sérum mañana y noche, aquí lo interesante es dejarlo para la noche, ya que reforzará y apoyará a la piel en su trabajo de regeneración.
Vamos a suponer que usas ambos tanto por la mañana como por la noche. El orden correcto es: primero el sérum e inmediatamente después la crema.
La norma general es ponerse los productos más ligeros antes: sería absurdo poner un sérum sobre la hidrante, porque no podría penetrar.
Una condición indispensable para aplicar el sérum es que la piel esté bien limpia (también es condición para la crema).
Puedes dejar un poco de humedad en la piel antes de ponerte el sérum, ya sea que te limpies con tónico, agua micelar o simplemente agua (si es templada también ayuda a la absorción) y jabón, lo que mejorará su penetrabilidad, y debes esperar a que se penetre del todo para ponerte la hidratante.
Del sérum basta con una pequeña cantidad para cubrir todo el rostro, el cuello y el escote, porque es concentrado, como hemos visto, y cunde mucho. No hay que extenderlo, sino ponerlo con toques de las yemas de los dedos o presionando sobre la piel con las manos, con movimientos de dentro hacia afuera.
En Aprende a aplicar el sérum te lo contamos todo sobre cómo hacerlo, trucos incluidos. ?
Para la crema hace falta una cantidad mayor, el equivalente a una moneda de 5 céntimos, más o menos (dependerá mucho de su densidad) y hay que extenderla con un masaje suave y firme, desde la parte central del rostro hacia afuera, hasta que tengas una película uniforme.
Si te maquillas, espera a que la piel absorba completamente la hidratante, lo que puede llevar varios minutos, o tendrás problemas con el maquillaje.
Sensaciones en la piel
Si no has usado nunca un sérum puede sorprenderte.
A pesar de ser fluidos cremosos o directamente oleosos, no dejan residuos en la superficie de la epidermis y penetran muy rápidamente. Eso, unido a sus potentes ingredientes puede hacer que sientas tirantez, algo de calor o leve escozor, hormigueo o lo que igual identificas como sequedad.
Ni siquiera los sérums hidratantes, que utilizan ingredientes tan efectivos como el ácido hialurónico o los polisacáridos, dejan a veces esa sensación de jugosidad que sí dejan las cremas hidratantes.
Pero es simplemente porque no trabajan en la superficie cutánea y porque, además, una importante cantidad de ellos tienen un efecto lifting muy marcado: otra razón más para usar una hidratante después del sérum, si quieres sentir la piel cómoda y protegida por fuera. El sérum redensifica e hidrata por dentro.
Cuando la piel va mejorando (o, como suele decirse, se acostumbra) esas sensaciones extrañas desaparecen, lo que no significa que puedas prescindir de la crema.
Hay excepciones: si tienes la piel grasa puedes usar solo el sérum por las noches y, puntualmente, en verano, pero no puedes dejar de utilizar un protector solar, que en realidad deberías usar todos los días del año (el sol es, con diferencia, el principal factor de envejecimiento cutáneo).
El precio
El sérum tiene fama -inmerecida- de ser uno de los productos diarios más caros, afirmación que merece un análisis más detenido.
Puedes encontrar sérums (hablamos de sérums de calidad, claro) por precios más que razonables y se usa tan poco en cada aplicación que dura mucho.
A la hora de calibrar el precio de los productos cosméticos lo importante es la calidad real de los ingredientes y de la fórmula, ya que no importa solo cada uno de ellos sino lo acertada que sea la mezcla.
El mercado está lleno de cremas y sérums muy prestigiosos (sobre todo gracias al marketing, en el que las firmas se gastan verdaderas millonadas) que lo único que venden es humo: un montón de ingredientes de dudosa procedencia, como hidrocarburos, siliconas, excipientes peligrosos (tóxicos, irritantes, alergénicos), aderezados con algunos ingredientes naturales o milagrosos que, curiosamente, suelen aparecer al final del INCI (lista de ingredientes) y tienen escaso efecto en la piel, pero permiten al fabricante decir que su producto tiene este o el otro compuesto. Incluso te los venden como «naturales», cuando están muy lejos de serlo.
Cosas extravagantes como el oro, el polvo de diamante, el extracto de caviar… solo sirven para dar la apariencia de exclusividad y disparar los precios de forma totalmente injustificada. No hace falta ser químico para entender que el polvo de diamante no va a hacer nada por tu piel que no sea aportar un cierto brillo que desaparecerá en cuanto te limpies la piel.
Si inviertes algo de tiempo en informarte bien sobre los ingredientes comprarás mejores productos a buenos precios y aprenderás a distinguir el grano de la paja.
Por descontado que tienes que calibrar no solo el precio, sino la calidad, la cantidad y que los productos que utilices sean de tu agrado.
Las cremas son más baratas que los sérums entre otros motivos, porque contienen muchos menos activos. Claro que las hay carísimas, pero los consejos que te hemos dado sirven también para ellas. No hace falta gastar un dineral para tener la piel en perfectas condiciones.
Dicho lo cual (¡qué ganas tenía de escribir esta expresión, cachis!) hay que advertir sobre los productos demasiado baratos, porque los buenos ingredientes (insistimos, los naturales siempre) no son baratos. Solo a base de mucho derivado del petróleo y cosas así se pueden fabricar cosméticos tirados de precio, que parecen funcionar pero en realidad pueden incluso empeorar la piel, lo notes o no.
Atención a la suma de ingredientes
Sí, porque puede producirse un efecto acumulativo que resulte perjudicial para ti.
Como ya te hemos contado, hay ingredientes que son tóxicos o irritantes. La ley los controla estrictamente, limitando mucho la cantidad en cada producto y estableciendo un máximo legal.
Pero si uno está restringido a, por ejemplo, un 0,3% y te pones sobre la piel dos o más con el mismo ingrediente, en el mejor de los casos estarás doblando la cantidad máxima permitida y segura.
No podemos darte una lista de todos ellos, pero te animamos a investigarlos por tu cuenta: al fin y al cabo se trata de tu piel y es bueno que sepas qué te pones.
Con los ingredientes naturales este peligro no existe más que con las fragancias, que en muchas ocasiones son irritantes. No es que se añadan, sino que los aceites esenciales las llevan incorporadas (son las que dotan a muchos de ellos de olores maravillosos), pero si sobrepasan la concentración segura están obligados a indicar que forman parte del contenido de una fórmula. También aparecen al final del INCI con nombres como linalool, geraniol, limonene, citronelol, etc.
Desde luego, si usas varios productos que los contengan puedes acumular un exceso en la piel, pero no son tóxicos, aunque sí irritantes y potencialmente alergénicos.
A veces en el INCI aparece el nombre genérico «parfum», cuando se le añaden una o varias fragancias y el riesgo sigue siendo el mismo que con las anteriores.
Recapitulando
Esperamos que te hayan quedado claras las diferencias entre sérum y crema hidratante y que entiendas mejor que ambos son necesarios, porque se complementan, pero nunca uno puede sustituir al otro.
Si encuentras la combinación perfecta tu piel estará mejor que nunca y podrás mantenerla así durante mucho tiempo.