La práctica de la doble limpieza facial

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Limpiar el rostro se considera una de las partes más fáciles de la rutina de cuidado facial, pero no por ello la menos importante, ya que en realidad es completamente al revés. Un cutis limpio, sin contaminantes, residuos, impurezas o restos de maquillaje es más adecuado para el resto del ritual de belleza cotidiano.

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Los demás cosméticos que se deben utilizar, ya sean líquidos como el sérum y el tónico, o de consistencia cremosa, serán absorbidos mejor por un tejido limpio y fresco. Del mismo modo, esto ayuda a evitar acumulación de agentes externos como la suciedad, así como el molesto sebo que desprende impurezas internas.

A largo plazo y combinado con la exfoliación regular, los poros se mantendrán libres de obstrucciones, pero todo esto puede aumentar con otros beneficios aparte. Aquellos que brinda la doble limpieza facial, así como una correcta aplicación de este método, hacen que todo el esfuerzo valga la pena.

No se trata solo de lavar el rostro, ya que esto no es suficiente para mantener la higiene cosmética adecuada, pero tampoco es sobre confirmarse con un limpiador facial común. Aún así, lavarse el cutis es una de las acciones más necesarias para la salud, como se demuestra en el siguiente artículo que habla sobre La importancia de lavar el rostro dos veces al día

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Las dos fases de esta técnica

Lo que diferencia a esta estrategia estética de cualquier otro tipo de limpieza, se puede deducir con solo leer su nombre, aunque esto, a su vez puede causar alguna confusión. No se trata de limpiar dos veces, ni de hacerlo tanto en el día como en la noche, ya que esto es más recomendable para el lavado con agua y jabón.

La sobre limpieza se recomienda tanto en la rutina diurna como en la nocturna, algo que puede sonar demasiado recurrente para muchas personas, pero agradecerán el resultado. Lo que define a este método es precisamente como se realiza la limpieza en dos partes, tan diferentes y contrarias una de la otra.

La verdadera definición se da en el uso de dos fases o dos partes limpiadoras, que deben ser aplicadas por medio de los productos o ingredientes adecuados para que funcione. Se dice que ambas son contrarias, pues se trata de una parte oleosas y otra líquida, algo como lo que se puede ver en los limpiadores bifásicos.

Esta comparación tampoco es suficiente, ya que mientras este último combina ambas partes en una misma sustancia mezclada, la técnica doble requiere de aplicarlas por separado. Primero se utiliza la fase oleosa, a través de aceites naturales o cosméticos profesionales con dicha textura, para luego pasar a la líquida.

La idea surge al analizar cómo se forman y se acumulan las impurezas en el rostro, ya que estas no se combinan por completo, sino que se pueden remover por separado. Hacerlo de este modo, concentrando una fase para cada elemento, según su densidad, aumenta la cantidad de contaminantes que se quitan.

Para explicarlo de un modo más simple, primero viene la fase oleosa, que remueve cualquier tipo de impureza grasa, como el sebo, los residuos de maquillaje y otros contaminantes. Al poseer una textura parecida, estos se combinan y se pueden eliminar fácilmente con una toallita seca o un pañito.

Luego hace acto de presencia la fase líquida o acuosa, que elimina cualquier impureza que no tenga una base grasa, especialmente aquellas que vienen desde el exterior. El polvo, las partículas de humo, el polen y los contaminantes ambientales son su principal objetivo, pero también las células muertas.

Como cualquier ejercicio para limpiar el rostro, debe realizarse luego de utilizar el maquillaje, para que la fase oleosa remueva los restos de este y del mismo desmaquillante. Los residuos de filtro que quedan al secarse el protector solar, también se eliminan con esta, mientras que la melanina degradada se quita con las células muertas.

Si se utilizara un solo limpiador líquido, quedarían aún impurezas grasas, por lo que sería necesario utilizar un producto con efecto detergente para removerlas. Del mismo modo, tras limpiar con un óleo, aún quedan partículas contaminantes y células muertas, que se van acumulando en los poros.

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Beneficios de este método particular

Hay que hacer un énfasis en el esfuerzo dedicado a esta estrategia, ya que básicamente se trata de limpiar el rostro en dos ocasiones, utilizando dos sustancias distintas. Para saber si vale la pena, hay que pensar y analizar todos los beneficios que puede ofrecernos, sin tener en cuenta la complejidad.

Entrando en detalle, el primer gran beneficio, el más importante, ya se ha mencionado en el apartado anterior al hablar sobre las dos partes de la doble limpieza facial. Como estrategia cosmética, su función es aumentar la cantidad de impurezas, residuos y contaminantes que se consiguen eliminar.

En otras palabras, se limpia el cutis a mayor profundidad, no porque se exfolien los poros y se eliminen las obstrucciones, sino porque de este modo evitamos que se obstruyan. Al remover la mayor cantidad de suciedad y partículas residuales, se reduce el riesgo de que estas ingresen en los folículos.

Hay que tener en cuenta que, aunque se trata de una forma que parece más compleja que la convencional, separar los ingredientes es una gran ventaja en la rutina. Se pueden utilizar algunos naturales y muy fáciles de encontrar, sobre todo en el caso de los óleos, como los aceites vegetales mencionados entre estas Ideas para elaborar un limpiador facial en casa

A su vez, este sistema aumenta el control que tenemos sobre cada componente que entra en contacto con la dermis, pues no hace falta un producto demasiado complicado. Los limpiadores convencionales son una mezcla de una gran cantidad de ingredientes, mientras que este no es el caso.

Solo hace falta un óleo y un agente líquido, que puede ser agua micelar o la famosa mousse, que es un agente espumoso, pero cuya base realmente es líquida. También está la opción naturista, con extractos y aguas florales que posean una buena potencia limpiadora, sin perder su esencia ni su baja densidad.

Por otro lado, concentrando la rutina de limpiar el cutis en dos partes, se pueden eliminar residuos que, de otro modo, se quedarían en la piel y pasarían desapercibidos. Un ejemplo de esto son las células muertas, que se adhieren en la superficie, causando manchas y comedones abiertos, reconocidos como puntos negros.

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Cómo realizar la doble limpieza según el tipo de piel

El planteamiento real, en este punto, es saber diferenciar los detalles entre la manera correcta de tratar un cutis tipo seco, mixto o graso, para sacarle provecho a esta técnica. Sin embargo, primero hablaremos de las instrucciones para realizarla, pues en realidad son iguales en cualquier situación.

Lo que cambia realmente no son siquiera los productos, pues siempre hay que usar un óleo y un líquido con propiedades limpiadoras, por lo que la diferencia no se nota tanto. Lo que define cada aspecto son los ingredientes y los activos que deben contener cada mezcla, para que sean propicios para el tipo de piel.

En primer lugar, una vez se ha desmaquillado el rostro, hay que tomar la sustancia oleosa, fácil de aplicar gracias a su textura, para dejar caer un poco en un medio de aplicación. Este puede ser un disco de algodón, un palito de tela suave, una toallita desechable o una esponja desmaquillante reutilizable.

El medio no absorberá la sustancia por su densidad, por lo que debemos esparcirla por el cutis, con delicadeza cubriendo por completo su superficie. Hay que utilizar una cantidad adecuada, para que quede una buena capa de aceite, pero sin que se escurra ni se desperdicie.

Mientras está actúa sobre la dermis, vamos realizando movimientos circulares con la punta de los dedos, como si se tratase de un masaje facial para mejorar la circulación. Esto permite que la solución penetre en los poros y cada reteniendo las impurezas, el sebo y cualquier otra suciedad de base grasa.

Tras unos minutos de masaje, cantidad de tiempo que varía de acuerdo al gusto de cada usuario, se toma el mismo algodón, toallita o esponja, para continuar. Se deben realizar los mismos movimientos circulares, para terminar de desprender los residuos que se quieren eliminar.

Por último, se toma un pañito seco, una nueva toallita o una esponja limpia para pasarla por el cutis aplicando una leve presión, con lo que se van quitando los restos de aceite. No hace falta lavar el rostro todavía, sino remover la mayor cantidad posible de este modo antes de continuar.

En seguida es el turno de la fase líquida, más fácil de aplicar, pues con esta se puede humedecer el medio, para que absorba la sustancia pero sin que quede empapado. La idea aquí es ir dando pasadas regulares por todas las áreas del rostro, comenzando con el contorno de ojos, al igual que con estos 5 métodos naturales para limpiar el rostro

El líquido limpiador ayudará a remover lo que queda del óleo, mientras desprende también la suciedad, el polvo y los demás agentes contaminantes adheridos a la superficie del cutis. Por ende, siempre que se note el medio de aplicación sucio u pesado, se debe cambiar por uno nuevo.

Dermis seca

No muchas personas saben que la piel seca no debe lavarse tan a menudo, ya que esto descontrola el nivel de pH, además de que el agua no es un humectante eficaz. Cualquier cosmético utilizado en este caso, debe tener la capacidad de hidratar, mientras cumple con su función básica.

A su vez, se pueden calmar las consecuencias de la resequedad tópica, con las propiedades que ofrecen los elementos emolientes y los bálsamos limpiadores. Productos oleosos para la limpieza facial, que contengan estos dos activos, son los más recomendados para este tipo de dermis.

Los ingredientes naturales que contienen las propiedades necesarias sin los aceites de girasol, jojoba y coco, así como la infusión y los bálsamos a base de manteca de karité. Sus principios activos humectan, estimulan la acumulación de líquido en la hipodermis y restauran la barrera  lipídica de la piel.

Para la parte acuosa, hay que escoger productos que contienen ingredientes antiedad, ya que la resequedad hace más propenso al tejido ante el envejecimiento prematuro. Tanto el ácido hialurónico como el glicólico son la mejor opción, al igual que la vitamina E; por suerte, todos son activos del té verde.

Tipo grasa

Muchos piensan que está clasificación dérmica, cuya principal características es el exceso de producción de sebo, no debería tratarse nunca con un elemento oleoso. Sin embargo, la secreción sebácea, que deja esa sensación grasosa en la piel, no es más que un residuo aceitoso pero más espeso.

Por otro lado, se dice que el aceite atrae al aceite, así como la grasa atrae a la grasa, lo que es el principio básico de la fase oleosa de esta técnica de doble limpieza facial. Esta primera parte es capaz de ayudar a eliminar el exceso de sebo, así como controlar su producción para reducirla poco a poco.

Para la segunda parte, se puede utilizar un limpiador en gel o en arcilla, ambos con base líquida, que no aportarán directamente agua, reduciendo la secreción sebácea. Ingredientes como el té verde, el gel de aloe vera o extractos de rosa, semilla de moringa y frutos secos son ideales para combatir el exceso de sebo.

También pueden equilibrar el nivel de humedad y prevenir la inflamación, lo que es un aporte extra, ya que evita la formación de espinillas, al prevenir que se inflame los poros. En combinación, esta técnica elimina las impurezas y se concentra e hidratar sin aumentar el sebo, que es uno de los 15 errores comunes que se cometen al lavarse la cara

Piel mixta

Para tratar este tipo de dermis, que es el más difícil de controlar, hacen falta componentes que puedan restaurar el equilibrio entre las áreas grasas y las zonas secas del cutis. Los aceites con propiedades limpiadoras ideales son los que contienen nutrientes con ceramidas, que ayudan en el balance del nivel de pH.

Tal es la importancia del equilibrio de la tez, que la fase acuosa también concentra elementos para este propósito, aunque por primera vez, se añade una fase Intermedia. Se recomienda realizar masajes faciales utilizando aceites naturales como el de argán, cártamo y jojoba.

Por último, la se culmina con un enjuague con limpiadores preferiblemente en espuma, ya que tienen una base líquida, pero no aportar humectación, por lo que mantienen el balance. Es importante que estos posean ingredientes como ácido glicólico y hialurónico, escualeno y extracto de almendras.

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Como tratamiento para el cutis sensible o acnéico

Una de las ventajas que muchos toman en cuenta al escoger esta estrategia para la higiene facial, es que posee una gran capacidad para controlar las erupciones de acné. Gracias a la combinación de fases, no solo regula la producción del sebo, sino que abre los poros para reducir la aparición de espinillas.

Sin embargo, estas capacidades se logran gracias a una combinación de ingredientes bastante suaves, delicados y amigables con la dermis, distintos a los anteriores. Casualmente, eso hace que la misma combinación que trata el acné, sea ideal para limpiar el cutis que sufre de un aumento de la sensibilidad.

Tampoco hay que olvidar que existe un tipo de dermis que no se ha mencionado hasta ahora, denominado normal o neutro, ya que posee características balanceadas. Aún así, se puede notar en este tipo la presencia de la resequedad, un aumento en la producción de sebo, la sensibilidad o el acné y las espinillas.

Esto hace de la dermis normal una gran ventaja, ya que dependiendo de la necesidad de la ocasión, se puede utilizar cualquiera de las combinaciones y productos mencionados. Simplemente hay que saber reconocer lo que el tejido requiere para mantenerse sano, por lo que también es una desventaja.

A diferencia de cualquiera de las anteriores, la piel normal suele variar mucho, por lo que incluso si no requiere un tratamiento complejo, es difícil reconocer sus necesidades. Lo mismo ocurre cuando la tipo seca sufre de acné, por lo que se debe encontrar un equilibrio entre la humectación y la regulación de la producción de sebo.

Esto reduce en gran medida las opciones y las posibilidades, por lo que, para no entrar en la polémica de enlistar una gran cantidad de productos, hay que ser concisos. Tanto en la parte oleosa como en la líquida, hay un par de ingredientes que, sin importar las diferencias tópicas, funcionan perfectamente.

El tratamiento del acné y la sensibilidad, por parte de la fase en base a óleos y aceites, es algo complejo, ya que se deben evitar a toda costa los que son comedogénicos. Los requisitos para cuidarlas correctamente son los activos antioxidantes, calmantes y antinflamatorias de algunos extractos oleosos.

A su vez, se requiere de una buena cantidad de vitamina E, ácidos grasos, ácido glicólico y desinfectantes naturales, que eliminen las toxinas y prevengan la irritación. Todo esto se puede encontrar en la combinación de gel de aloe vera con aceite esencial de árbol del té, lo mejor para este caso.

La fase líquida puede variar en gran medida, dependiendo de si hace falta una mayor o menor cantidad de hidratación, nutrición o elementos calmantes o antinflamatorios. Para hacer esto de forma natural, se puede utilizar una combinación de infusión de manzanilla y té verde, de acuerdo a El cuidado de la piel y sus necesidades básicas

Se recomienda utilizar de vez en cuando un limpiador líquido con agentes exfoliantes, para que el tratamiento sea más profundos o micro exfoliantes si hay mucha se sensibilidad. El resto del tiempo se puede utilizar una leche limpiadora, para eliminar los óleos y las impurezas que se remueven con la parte acuosa.

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